El aire se movía tan lentamente; presagiaba tormenta, terremotos, tsunamis, nuevos alientos.
Ella volaba lejos, aburrida del enjambre, anclada en su vaso largo como un suspiro.
Él volaba también, pero al ras del suelo con sus pupilas. Rodeando justo esas piernas brujas que mareaban un pie terminado en taco aguja, rojo.
Rojos sus ojos negros cuando se encontraron por fin, sabiendo.